Canción visceral de ese otro pescado rabioso, El Salmón, clamando por un poco de venganza... vomitada desde el averno durante su etapa más nociva y creativa, cuando grababa con su cumpa Scornik - sin excluir al resto de su comitiva- hasta 10 canciones por día. Ojo con Andrés y su bate de béisbol al lado de las múltiples cabezas de su autor de cabecera de entonces: Emil Cioran.
“A veces uno quisiera ser caníbal, no tanto por el placer de devorar a fulano o mengano como por el de vomitarlo.”